Los diez años de crisis financiera y sus efectos han pasado factura al tejido económico español, pero nos han permitido también reducir los costes laborales y, con ello, ganar en productividad y competitividad. Eso sí, a costa de «la pérdida de empleo, en una primera etapa, y de una posterior pérdida de salarios», como recuerda el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último estudio. Resultado de lo cual España ha mejorado el saldo de su balanza de pagos casi de manera ininterrumpida en ese periodo. El FMI calcula que la reducción de los costes laborales unitarios con respecto a la media europea ha sido superior al 10%, similar a la registrada en otros países del sur del continente, como Grecia y Portugal.
En su estudio sobre las economías regionales del mundo dedicado a Europa, bajo el llamativo título de «Gestionando la bonanza en tiempos inciertos», la autoridad monetaria internacional añade que el descenso de los costes laborales unitarios en España ha sido tan notable que su ratio efectivo se sitúa muy cercano al de hace treinta años, en torno a los años 80 y 90. Comparativamente, otros países como Francia e Italia registraron en los años de la crisis descensos «más modestos». En contraste con el comportamiento español y de nuestros vecinos del sur, el FMI señala que algunos países del centro y norte europeo han visto cómo los costes crecían, sin duda beneficiados por mejores comportamientos económicos y por el consiguiente aumento de los salarios. Y cita como ejemplos a Finlandia, Austria, Bélgica, Holanda y Alemania. Pese a ello, en el caso de estos dos últimos, el ratio de costes laborales unitarios se mantiene «relativamente bajo», asegura el informe del organismo financiero.
El estudio elaborado por el FMI mantiene las buenas perspectivas económicas para Europa recogidas en su informe de primavera, incluidos crecimientos para la zona euro ya revisados al alza, del 2,4% en 2018 y del 2% en 2019. Unos augurios que se basan en los «robustos indicadores de confianza de los consumidores y de los empresarios». Sin embargo, apunta también algunas amenazas cercanas. Entre ellas, se refiere a la posible guerra comercial entre Estados Unidos y Europa, a sólo dos semanas de que Trump vuelva a pronunciarse sobre si aplica al Viejo Continente los aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%). Autoridades estadounidenses y europeas negocian en la actualidad una solución. El FMI avisa de que «las tensiones y la imposición de barreras comerciales podrían debilitar esa confianza y poner freno a la actividad económica». También alerta de que «las políticas proteccionistas podrían ralentizar la actividad comercial, obstaculizar el desarrollo tecnológico y reducir la inversión y la productividad mundiales», lo que afectaría de lleno también al Viejo Continente.